Carlos Aguirre
Carlos Aguirre: Su nombre verdadero es José Goldfinger y nació en la calle Atahualpa, en el barrio de Floresta, el 19 de mayo de 1938. En una infancia carenciada, aprendió el oficio de tornero mecánico pero su anhelo era cantar. Así comenzó en su barrio, se crió en El Once, sin estudiar música ni canto, confiando siempre en su oído. Reunido con sus amigos en el café llamado El Motivo, en Córdoba y Pueyrredón, él vivía muy cerca, en la calle Ecuador, lo escucha Angel Roque Gatti, autor del tango Corrientes angosta, y lo lleva al café de Callao 11, donde en el subsuelo ensayaba ya como solista Argentino Ledesma.
El santiagueño trabajaba en el Maipú Pigall, acompañado por Jorge Dragone y necesitaba un segundo para que hiciera la primera entrada, aquella en que todavía no había tanto público. El ruso le cantó partes de Tomo y obligo y Lo han visto con otra, partes porque era incapaz de memorizar un tango completo y quedó aprobado siendo su debut el sábado siguiente en el club Wilde y el domingo en Rácing de Zárate. Fue allí cuando el negro Ledesma decidió ponerle un seudónimo llamándolo Carlos Aguirre. Aguirre, como Goyeneche, temblaba. Eran los nervios hasta despedir las primeras estrofas. Allí ganaba en seguridad y aplomo. Un año permaneció con Ledesma-Dragone. Mapera le presenta al violinista Aquiles Roggero quien dirigía la Orquesta Símbolo Osmar Maderna, ya desaparecido en un accidente aéreo en 1951 y llega una prueba en radio El Mundo. Roggero necesitaba una voz grave para hacer un binomio con el cantor Adolfo Rivas, y entre muchos postulantes el ruso queda incorporado a la orquesta. Casi en forma inmediata graba Papá Baltasar, en los antiguos estudios de la RCA y luego el tango Te llaman malevo. La orquesta, de baja popularidad en años en que el tango desfallecía, finales de los años 50, se disuelve dos años después. Aguirre acepta una propuesta de trabajo de la tanguería Teluria y se va a Montevideo. Para aumentar su salario se convierte en vendedor inmobiliario, mientras vivía en una pensión de la calle Eduardo Acevedo. Allí también estaba la desconocida por entonces Mercedes Sosa, quien por recomendación de Aguirre comienza a trabajar como doméstica en los departamentos ya habitados que el ruso vendía. Por enfermedad de su madre regresa a Buenos Aires y fines de 1962 Carlos Aldao lo presenta a la Guardia Nueva del Tango, orquesta dirigida por el violinista Dante Yanel. Incorporado a la formación actúan en radio El Mundo, animan los carnavales de 1963, en la Rural, por las tardes en el Centro Lucense y además actúan en el Tabarís. En este local una noche le dejan un recado: "Lo espero en mi casa, Maipú 746" y lo firma Alfredo de Angelis. El colorado de Bánfield, en base a sus grandes cantores, había gozado del favor del público años anteriores y tenía, en esos momentos en su orquesta, al vocalista Alberto Cuello, por lo que necesitaba una segunda voz para reeditar antiguos dúos que tantas satisfacciones le diera. Aguirre no tenía ni idea en cómo hacer el bajo, De Angelis lo probó con el tema Soñar y nada más y fue por Isabel, la esposa del director, que queda tras convencer a su marido. Con don Alfredo finalizó, a partir de 1964, los últimos tres años del "Glostora Tango Club, cita de la juventud triunfadora", programa muy exitoso de radio El Mundo en años atrás. Pero los 60 eran tiempos tristes para el tango. De Angelis apenas si se mantenía con presentaciones en el interior y países latinoamericanos. Sólo Julio Sosa parecía mantener viva la llama de la música ciudadana. Dieciocho años permaneció Aguirre con el colorado, registrando casi cien grabaciones. En 1979 el maestro decide disolver su orquesta, casi con los mismos integrantes del debut en 1941. Poco después reaparece con una formación nueva, olvidando a aquellos veteranos cultores de tiempos idos. Aguirre graba con un sexteto conducido por el bandoneón de Pascual Cholo Mamone, pero ya su suerte estaba echada. Carlos fue la mosca entre la leche en el mundo tanguero. No tomaba alcohol, no fumaba, se cuidaba hasta el fanatismo y odiaba las trasnochadas que su profesión le exigía. Su ideal de cantor, igual que Goyeneche y Julio Sosa, era Floreal Ruíz, con quien compartió escenario en los años 60, en la cantina Ernesto, ubicada en Corrientes y Gallo, pleno barrio de El Abasto. Su sueño no cumplido fue cantar con Horacio Salgán y su vida la dedicó a su madre. Trabajaba como vendedor textil de día y cantaba de noche. Le robaba horas al sueño porque bien sabía que era el precio a pagar por aquella niñez carenciada. Carlos Aguire ocupa un lugar en la historia que el tiempo, como a muchos otros, no supo darle. Fuente Hugo Noé en hugonoeconeltangoenlas venas.blogspot por El Tango y sus invitados