jueves, 18 de junio de 2015

Julián Peralta Semblanza

Julián Peralta

En algún momento, tiempo atrás, Julián Peralta hubiera contestado que el tango es una música que se describe como parte de un género a partir del uso de determinados modelos de acompañamiento.
Hoy en día, su respuesta cala mucho más profundo: el tango es una filosofía de vida, dice. Y como su día a día parece ser coherente con esto, le daremos el beneficio de la duda.



Julián Peralta nació en el conurbano bonaerense. El hermano del medio de tres varones, todos músicos. Creció en la zona sur del Gran Buenos Aires, fue a escuela pública, militó en el centro de estudiantes y un poco más allá también. Empezó a tocar rock y jazz, que era lo más natural en esa época y de pronto un día se le dio por el tango. Así, de repente. La anécdota se puede leer en cada una de las notas que le han hecho hasta ahora. La repetiremos: revolviendo cassettes en una batea de promociones (“lleve 3 y pague 2”), faltaba uno para completar el combo y ahí apareció la Orquesta de Troilo. Llegar a casa, poner el cassette y enamorarse del tango para siempre, fue un único paso. A partir de ahí la idea de armar una orquesta típica empezó a rondar por su cabeza y, mientras se movía al ritmo de la cumbia que le permitió independizarse (sí, Peralta fue tecladista de cumbia y recorrió noches y noches de cumbiódromos y bailantas), iba pergeñado los tangos para su orquesta.
El principio tuvo la ingenuidad característica de todo lo que empieza, la inexperiencia, la ansiedad y el deseo de avanzar. Desgrabaciones, músicos que van y vienen, partituras viejas mal escritas, dedos mal puestos sobre el piano, conseguir músicos… Guitarristas salían abajo de las baldosas en esa época, pero bandoneonistas y violinistas y músicos jóvenes que quisieran tocar tango, había muy pocos y no estaban conectados entre sí.
El tango estaba llegando para quedarse, abriéndose paso en medio de los grupos de afuera que con el uno a uno estaban al alcance de la mano de cualquiera. Empujó y empujó hasta que se instaló. Y Julián fue tal vez su secuaz más importante.
Lo que sobrevive. Las formas buenas. La gente que apoya los movimientos
Hay que decir, antes de continuar, que Julián es naturalmente un hombre que está en movimiento constante. Él se mueve y mueve también lo que hay a su alrededor: el aire, la música, la gente. Desde el principio comprendió con absoluta conciencia, que para que la cosa avanzara, necesitaría que otros también empujaran. La cosa, ese carromato devencijado, con las ruedas en yantas, pero con una sólida estructura que pedía. sobrevivir y repararse. Entonces gestó ese primer taller mecánico que fue la Máquina Tanguera; una especie de asociación de músicos que apenas empezaban en el tango, apenas leían partituras, apenas afinaban sus cuerdas y apenas juntaban para comprarse un bandoneón. Sumaron al trabajo a todos los que tuvieran una mínima inquietud. Frente a la duda: adentro. Se armaron así unas cuantas orquestas que empezaron a poner su proceso de aprendizaje (sin saberlo) al servicio del desarrollo y el resurgimiento del género popular. El tango, cosa de viejos, cosa de tilingos o cosa de viejos tilingos. Es cierto que aisladamente habían surgido algunos grupos como Tangata Rea y El Arranque, pero de la individualidad no podía despegar el movimiento que venía. Hubo entonces un cambio radical en el paisaje de la ciudad. La Máquina Tanguera oficiaba de punto de encuentro, de lugar de partida para todos los que se estaban metiendo de a poco en el género. Quizás esa repetida anécdota de Peralta revolviendo entre discos de jazz y encontrando a la orquesta de Troilo tenga la magia de esas casualidades en las que no creemos y nos sirva de argumento para explicar lo que sigue. Descubrir que aquella típica de Troilo tenía la complejidad y la simpleza de las buenas construcciones, que la música sonaba bien, que todos los instrumentos se escuchaban, fue el principio para las preguntas que luego fueron encontrando respuestas en clases de piano, contrapunto, armonía, orquestación y muchos etcéteras.
Resumen: un grupo de gente joven que tenía el funcionamiento de un club de rockeros, con la profundidad de estudio de un club de nerds y la calentura hormonal de un club de adolescentes on fire full time every day. ¿De qué otro lugar iba a resurgir el tango sino de ese infierno?
El momento justo – Las condiciones dadas
Saludar al llegar… El carromato desvencijado empezó a cobrar movimiento y cada uno de los integrantes de la Máquina Tanguera se fue buscando propios trajines. Aprender a funcionar como grupo fue otra gran tarea de las distintas orquestas. Algunas salieron bien paradas y otras bien sentadas.
Julián termina de consolidar por esa época la Orquesta Típica Fernández Fierro. Arreglos de viejos tangos y una fuerte puja visual de desprolijidad y juventud fueron sus principales rasgos. Dentro de la Fernández Fierro Julián escribe sus primeros tangos: Waldo, Mal arreado y Punto y branca (este último titulado por su padre, Enrique Peralta, un gran fanático del tango y cantor aficionado que despierta pasiones).
Saludar al irse… Julián se despide de la Fernández Fierro en el verano del 2005. La orquesta sigue su camino y él también. Resumiremos en que las condiciones materiales estaban dadas y la madurez de las partes a punto para esta separación y posterior avance de nuevos proyectos.
 Ese mismo verano se arma Astillero, prácticamente en un fin de semana, con la clara idea de tocar sólo nuevos tangos y con muy pocos nuevos tangos bajo la manga, pero con una gran promesa por delante.
Con Astillero Julián arma la Milonga en Orsai, un espacio para el encuentro de nuevos grupos, bailarines, actores y gente con gusto por la noche y la música. Pasan por ahí infinidad de orquestas que tocan en vivo, se desarrollan clases de baile de tango y también un culto por la marca de fernet que nunca quiso auspiciarlo (hasta ahora, nunca se sabe…). Julián sigue moviendo aire, música y gente a su alrededor.
La propuesta de Astillero es mucho más audaz artísticamente que cualquiera de los anteriores proyectos de Julián. Podía salir todo muy bien, o todo como el orto, como dijo la poeta. Hacer nueva música, dejar de tener el baile como pata fundamental de la música, profundizar en la complejidad de las composiciones sin separarse del disfrute del espectador, no era tarea fácil. Encarar un trabajo de letras que pudieran representar a la nueva generación sin ser modernos ni dar vergüenza, fue también complicado. Dice Julián: “había que escribir la música que uno quería escuchar. Y uno es un jodido para contentarse”. Había, además, que convencer a la vieja (Julián tiene a su madre como termómetro del público: si a Marta le gusta es porque va a funcionar). Eso era lo más jodido. Porque del Edipo no nos salvamos ninguno y por el oído exigente de la mamma, que de tanto escuchar música se ha vuelto experta.
Astillero sale airoso de la jugada. El carromato ya se para derechito y sin ayuda. Nada de remolques ni empujones. Solo sobre sus cuatro ruedas el tango empieza a avanzar.
La escuela y el teatro. Nace el Goñi
Milonga en Orsai como punto de encuentro quedó chico para el desarrollo del proyecto Astillero. Se hacía muy fuerte la necesidad de armar una escuela de música de tango para contener, guiar y ayudar a crecer a los nuevos músicos que se acercaban con inquietudes. Se empezó de a poco, con cinco alumnos. Clases de instrumento, de arreglos… De a poco los mismos alumnos fueron marcando el camino a seguir con sus necesidades. Se armaron ensambles de orquesta típica, guitarras, cuerdas, vientos… Se sumaron clases de composición y una cantidad de profesores que aportaron al crecimiento de muchísimos nuevos músicos y grupos. Quedó chica también la primera sede que tuvo la escuela y hubo que buscar un nuevo espacio que además permitiera que los alumnos tuvieran un escenario donde desarrollar y exponer sus proyectos al público. Se arma entonces el Teatro Orlando Goñi, espacio que tiene como eje fundamental la promoción del nuevo tango.
Un sistema – El libro
Julián entiende que el proceso realizado por él y toda la gente que integró la Máquina Tanguera para hacerse de los elementos del género, necesitaba de una simplificación y de una posibilidad de transmisión directa. El escaso y casi nulo material teórico sobre música de tango, lo motivó a emprender el trabajo del libro. Le sirve como guía la lista de temas que presenta en su ingreso a la docencia en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, donde queda a cargo de la cátedra de Elementos Técnicos del Tango que Mederos dejara vacante. Por difícil cobertura y por insistencia y cabezadurismo, Julián consigue acceder al puesto (Vale aclarar que en su ingreso a la EMPA como alumno, había sido bochado con un 0 –cero, sí, cero- en el examen de piano).
Julián es un tipo solidario. Ha sabido enseñar y lo sigue haciendo, con la convicción de quien elige la docencia. Duro, generoso, paciente, ha seguido uno a uno a sus alumnos hasta el borde del abismo. Y ha sido quien los ha empujado, obligándolos a volar o estrolarse contra el piso, cada uno según sus ánimos y su coraje. Tal vez demasiado exigente para sus alumnos detractores, quienes han sabido comprender su método lo admiran y lo tienen como guía. Donde hay amor hay odio, qué va a ser… Más de un alumno ha odiado su sentido del humor. Dicen las malas lenguas que se ha cansado de recibir contravenciones y denuncias por sus malos chistes…
Lo cierto es que su libro “La Orquesta Típica – Mecánica y Aplicación de los Fundamentos Técnicos del Tango” se ha convertido en bibliografía de cabecera de cualquiera que tenga la intención de estudiar tango seriamente.
Ahora y después
Ahondar en los viajes que Julián ha realizado por el mundo presentando discos, dando clases, ensayando y tocando con prestigiosas orquestas del exterior, es cosa aburrida que dejaremos para quienes gusten de las listas. Diremos solamente que Julián ha servido de chofer tal vez, de cochero de ese carromato que apenas se movía. Bajo su rienda avanzan los caballos y es cochero que sabe bajarse a tirar en los pantanos, que sabe empujar cuando la cosa se encalla y sabe festejar también los logros y las llegadas.
Julián ha empezado con nada cada vez. Ha construido desde las ruinas, desde los escombros cada uno de sus proyectos.
Este carro tanguero que ha atravesado puertos y geografías, que ha llegado a un sinfín de sitios inimaginables, tiene siempre la mejor excusa para el movimiento. Más que el final, el descanso y la llegada, el cochero de este carro prefiere siempre el cero, el comienzo, la línea de partida.
Fuente Web de Julián Peralta
Editado y compaginado por el tango y sus invitados